Hace unas semanas, hablamos sobre los cambios económicos y de consumo que el coronavirus ha dejado. Pero éstos son sólo uno de las múltiples afectaciones que la cuarentena ha provocado. Prácticamente, toda interacción social ha tenido que repensarse. ¿Qué cambios en las relaciones sociales se han vivido?, ¿algunos de ellos podrán impactar en la estabilidad mental de las personas?
Del distanciamiento social a la ansiedad, depresión y soledad
El distanciamiento social ha impactado en la interacción. La escritora israelí Eva Illouz menciona que esta medida cuestiona profundamente el significado de “estar juntos” y, por ende, de la solidaridad. Es casi contradictorio que la solidaridad ahora se expresa por la separación. Desde ahora, nos encontramos en un constante estado de alerta: sospechamos de nosotros mismos ante la posibilidad de causar daño a otros, y viceversa.
Aunque el sistema no ha colapsado, su pausa ha invertido los significados de “ser productor” y “ser consumidor”; algunas labores enfatizan su importancia frente a otras (con estatus, ahora, sobrevalorado): recolectar la basura, cobrar en un supermercado, entre otras. Entonces, la vida en el espacio público define mucho más nuestra identidad que el tiempo que pasamos en la privacidad de nuestro hogar.
Además, el confinamiento prolongado ha mermado la vida económica y social presencial. Esto traerá un notable aumento de daños psicológicos. La depresión y la ansiedad ya eran dos de las pandemias silenciosas que vivía el mundo contemporáneo. Con la cuarentena, han aumentado situaciones que potencian emociones complejas. Ahora algunas personas comienzan a experimentar sensaciones de impotencia por pérdidas de empleo, sentido de vida o soledad, que puede acabar en depresiones masivas.
En ese sentido, el Foro Económico Mundial ha reconocido la importancia de servicios psicológicos, a través de plataformas digitales, durante la pandemia. Se trata de una tendencia que ya estaba en aumento. En el mundo, se tenían registradas más de 10 mil apps sobre estabilidad mental. De este modo, el mundo después de la pandemia requerirá mayor atención en los servicios de salud psicológica de las personas.
Hacia las sociedades después del coronavirus
Los escenarios son múltiples. Quizá es demasiado pronto para definir como tendencias perdurables los comportamientos actuales. Vivimos una situación demasiado compleja. Se observan cambios que no se sabe si perdurarán más allá del corto plazo. No lo sabemos. Esto dependerá de la duración de la crisis y del impacto de la pandemia, incluso por estados y regiones. Los factores son múltiples. Van desde los cambios sociales y psicológicos hasta la incertidumbre de la duración del confinamiento, el temor a la enfermedad e incluso la muerte. Todos ellos y el constante cambio del escenario económico no son alentadores.
Habrá zonas del país, principalmente las metrópolis, en las que el hábito de consumo cambiará de por vida. Lo que antes era importante será visto como banal. La crisis sanitaria es tan fuerte que su impacto puede cambiar gran parte de nuestra escala de valores.
En la actualidad, se ha privilegiado el individualismo. Con la emergencia sanitaria que vivimos, las personas han cambiado por un sentido de ayuda comunitaria. Pensamos más en el otro, en las afectaciones que vive por el coronavirus y en no dañarlo.
La recuperación de esta crisis puede sorprendernos con una sociedad con organizaciones más estructuradas, posiblemente más verticales y jerarquizadas, que realmente sepan y se les permita encaminar demandas concretas a los tomadores de decisiones.
Para finalizar, en Invernaideas no deparamos un regreso a “la normalidad” exitoso, sin la aplicación de pruebas que permitan detectar a las personas contagiadas y a quienes presenten cierta inmunidad. Los países que han logrado contener mejor la pandemia se distinguen por el uso generalizado de pruebas de detección y el seguimiento estricto de los contagios.
Además del impacto en la salud y el ánimo social, una nueva ola de COVID-19 tendría efectos devastadores en los ámbitos económico y social.
Sabemos que el virus no respeta calendarios ni los deseos de la gente. La posibilidad de una nueva oleada de contagios es real. Hagamos caso a la experiencia internacional y la opinión de los expertos. Los gobiernos deberían fortalecer la capacidad de los hospitales, al proporcionarles más pruebas; esa debe ser una prioridad.
Éste es el mejor impulso que se le puede dar a la reactivación económica, que va de la mano con el bienestar de las personas.
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